Gabriel García Márquez 1984
17/04/2019

Tramontana mortal

2 min
Tramontana mortal

Peces Històriques Triades Per Josep Maria CasasúsCadaqués no es sólo uno de los pueblos más bellos de la Costa Brava -en Cataluña-, sino también uno de los mejor conservados. Esto se debe en gran parte a que la carretera que comunica con la autopista es una serpentina estrecha y retorcida: una cornisa abismal sin pavimento, donde se necesita tener el alma muy bien puesta en su almario para conducir a más de 50 kilómetros por hora. Sus casas son blancas y bajas, de acuerdo con el estilo tradicional de las aldeas de pescadores del Mediterráneo, y las casas nuevas, construidas por arquitectos de renombre, no han roto la armonía del conjunto, como ha ocurrido en la casi totalidad de los otros pueblos de esa orilla hasta la punta de Cádiz. En verano, cuando el calor parece venir de los desiertos africanos de la acera de enfrente, Cadaqués se convierte en una torre de Babel infernal, con turistas procedentes de toda Europa, que le disputan por tres meses su paraíso a los nativos y a los forasteros que tuvieron la suerte de comprar una casa a buen precio cuando todavía era posible. Sin embargo, en primavera y otoño -que es la época en que Cadaqués resulta más apetecible- un fantasma amenaza a la población: la tramontana, un viento despiadado y tenaz que, según piensan algunos nativos, lleva consigo los gérmenes de la locura. Yo también lo creo. […] Es un fenómeno que se presiente de pronto, sin ninguna explicación racional; uno siente que se le baja el ánimo, que se entristece sin motivo y que los amigos más amados asumen una expresión hostil. Luego empieza a escucharse un silbido que se va haciendo cada vez más agudo, más intenso, y uno empieza a cambiar de emisora en la radio, creyendo que se trata de una interferencia. Por último, el viento empieza a soplar en ráfagas espaciadas, que se van haciendo cada vez más frecuentes. […] Al principio uno cree que no es más que un viento como tantos, e intenta, inclusive salir a la calle para reconocerlo. Nosotros lo hicimos la primera vez, de puro inocentes, y en la primera esquina tuvimos que abrazarnos como náufragos para no ser arrastrados hasta el mar por la potencia del viento. […] Al cabo de 24 horas, uno tiene la impresión de que aquel viento pavoroso no es un fenómeno meteorológico, sino un asunto personal: es algo que alguien está haciendo contra uno, y sólo contra uno. Por lo general, aquel tormento dura tres días, y uno experimenta un alivio que sólo puede compararse con una resurrección. Cuando cesa de pronto se siente demasiado el silencio, y el mar parece un remanso bajo el cielo transparente. […] Cuando terminó, un portero anciano de una casa cercana a la nuestra se había colgado con una cuerda en un poste del alumbrado público, tal vez enloquecido por el delirio alucinante de la tramontana. […]

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