Cataluña debe volver a ser el motor económico de España

La situación de las finanzas catalanas se debe mucho más a la crisis y a la mala gestión que a un trato injusto

Luis Garicano / Toni Roldán
3 min
Una vista panoràmica de Barcelona, amb la plaça de les Glòries en primer terme / AJUNTAMENT DE BARCELONA

Cataluña está perdiendo el dinamismo que la caracterizaba. Sigue siendo mucho más rica que la media pero su ventaja tiende a disminuir. Hay dos relatos que tratan de explicarlo.

El primero es el del nacionalismo institucional: Espanya ens roba. Un supuesto expolio fiscal del resto de España impide a Cataluña desarrollarse. El déficit de inversiones, hace imposible el progreso. La falta de autogobierno impide el desarrollo económico. Los españoles no nos quieren.

Es difícil casar este análisis con la realidad de los rankings de renta per cápita (los catalanes siguen entre los más ricos de Europa, con renta similar a la de Hanover, Flandes Occidental, Rhineland Palatinado o el Veneto, por ejemplo). Sí, nuestro sistema de financiación autonómica no funciona bien, es opaco y poco predecible y debe cambiar. Pero incluso dando por bueno el concepto de balanza fiscal (que ningún país federal calcula, contrariamente a la propaganda), su tamaño es de 3000 millones en los cálculos más recientes de la Generalitat, dentro de lo normal dada la fiscalidad progresiva.

El segundo relato es bien distinto, y se acerca, creemos, más a la realidad. Es poco realista pensar que tras 35 años de gobiernos nacionalistas, en los que la mayor parte del tiempo ha gobernado un mismo partido, la culpa de todo es de los demás.

Las élites políticas catalanas, y en particular las de Convergencia, han abusado de su poder de forma sistemática y a su alrededor han generado una economía basada en el capitalismo de amiguetes similar a la que ha predominado en otros lugares de España. Los costes económicos de este sistema son mucho mayores al 3% de mordida, y quizás más cerca del 20% del PIB, como sugiere un trabajo de investigación reciente de García Santana y coautores. En este sistema clientelar, los contratos no se los llevan los mejores o los que más se esfuerzan, sino a los amigos enchufados; durante el boom, las empresas que más crecieron en España, fueron (increíblemente) las menos productivas.

Además, la situación de las finanzas catalanas se debe mucho más a la crisis y a la mala gestión durante muchos años, que a un tratamiento injusto o diferencial (como la situación de Madrid o Valencia muestran) del resto de España. La punta del iceberg de este despilfarro son las elefantiásicas televisiones autonómicas, las embajadas y los gastos de propaganda.

Finalmente, el coste del enfrentamiento constante, el cabreo, y la sucesión de fechas históricas es difícil de estimar, pero no puede dudarse que hay amplios segmentos de la sociedad, y de los potenciales habitantes de esta sociedad, extremadamente descontentos con la “construcción nacional.” Una Barcelona sin “procés” sería la ciudad más atractiva de España para vivir.

No cabe duda de que el gobierno de España ha mostrado una visión tan miope como la del de Cataluña, y que la falta de controles y el domino de la partitocracia ha sido tan dañino en una como en la otra esfera. La política de infrastructuras, más que “anti catalana” es simplemente absurda, basada en el infantil concepto de invertir miles de millones en tener la red de alta velocidad más larga del mundo en lugar de elegir aquellas inversiones que son más rentables.

Pero la respuesta al mal gobierno (en Madrid, sí, pero también en Barcelona) no debe ser dar un portazo y descolgarse por las buenas o por las malas. Cataluña debe beneficiarse de su posición de liderazgo en un mundo hispano con cientos de millones de hispanohablantes, un enorme mercado potencial en el Sur y Norte de América que, de cerrarse en si misma, perdería. Un ejemplo notable es el mundo editorial en castellano, cuya capital actual es Barcelona.

En este sentido, nuestro programa económico beneficiará enormemente a Cataluña. En Ciudadanos queremos construir una España dinámica y moderna, con una administración sencilla y transparente, un marco laboral alrededor de un contrato único que acabe con la precariedad, un sistema educativo que, en lugar de luchar por indoctrinar en la diferencia busque educar ciudadanos críticos e independientes, creativos y con iniciativa. Nuestra prioridad es acabar con las distorsiones que la partitocracia ha creado en Cataluña y el resto de España. Y esa España no la podemos construir sin la participación de Cataluña y los catalanes, sean de la mitad que votó por el bloque independentista, sean de la otra mitad.

Con un gobierno responsable en Cataluña y un profundo cambio en España, Cataluña podrá ser uno de los grandes motores económicos del sur de Europa.

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