"El amor eterno es bioquímicamente posible"

El genetista David Bueno asegura que las endorfinas juegan un papel clave

Maria Altimira
5 min
“L’amor etern és bioquímicament possible”

BarcelonaSi cada vez que ves una pareja disfrutando de la plenitud de su amor se te dibuja un rictus de incredulidad en la cara, esta noticia podría herir tu sensibilidad tanto o más que la celebración de Sant Jordi. De acuerdo con David Bueno, profesor e investigador de genética biomédica y evolutiva en la facultad de Biología de la Universidad de Barcelona (UB), el amor eterno es posible, o mejor dicho, el "amor eterno es bioquímicamente posible".

Ahora bien, una cosa es el amor y la otra el enamoramiento, o sea, aquel sentimiento que comienza con fuegos artificiales, mariposas y hormigueo en el estómago y que, desgraciadamente, caduca como el yogur. Durante el enamoramiento, dice el genetista, aumenta la fabricación de dos neurohormonas: la dopamina, que genera un placer estimulante, y la oxcitocina, que te hace ser más sociable con tu pareja. Pero llega un momento, después de unos cuatro años de media, añade, "que tu cerebro, que ha incrementado la producción de dopamina para mantener esa sensación, como si se tratara de la dosis de un toxicómano, ya no puede generar tanta como le reclamas" y el cuento de hadas se convierte en una monserga. Es como intentar poner un Seat 600 a 200 kilómetros por hora, considera Bueno. Precisamente, cuando ves que no puedes seguir acelerando al mismo ritmo es cuando llega el amor (si es que llega).

Yonquis del enamoramiento

La fase del amor puede empezar antes de que acabe el enamoramiento y, en este caso, la neurohormona predominante es la endorfina, que también es una hormona del placer, pero que genera un placer más suave y sereno y que permite, en términos bioquímicos, mantener a las parejas unidas a lo largo del tiempo. Por un lado, su producción no se satura, y por otro, para obtener la sensación placentera no es necesario aumentar la cantidad. Algunos no llegan porque la otra persona no satisface sus necesidades intelectuales o inquietudes o porque, sencillamente, son unos yonquis del enamoramiento y, por tanto, buscan una nueva pareja para recuperar el éxtasis perdido. Un enamoramiento que, a menudo, se inicia a partir de circunstancias bastante prosaicas.

Antoni Bolinches, filósofo y psicólogo especializado en sexualidad humana, asegura que existen nueve situaciones de partida que, desde un punto de vista sociológico, pueden acabar en enamoramiento. Son líneas de salida que van de las circunstancias más acomodaticias a las más pulsionales. Probablemente, la menos encantadora es la limitación, que corresponde a dos personas que mantienen relaciones íntimas porque nadie más quiere estar con ellas "porque tienen poco atractivo físico o intelectual o porque son extremadamente reservadas", dice Bolinches. Una circunstancia que no impide que la historia pueda llegar a los fuegos artificiales e incluso derive en una auténtica relación amorosa. La "consolación" y la "compañía" son las otras dos variantes menos cautivadoras. "Me refiero al amigo que te consuela cuando la pareja te ha dejado o al compañero de trabajo con quien te entiendes muy bien y que puede convertirse en tu amante en un momento de debilidad", explica el psicólogo.

"Lo importante no es cómo empieza la historia sino cómo se desarrolla", precisa Bolinches. Todo el mundo, sigue, prefiere iniciar una relación a partir de la punzada del enamoramiento o la flecha de Cupido, pero eso no te asegura un final feliz. De hecho, el experto considera que la línea de salida con más posibilidades de llegar a la meta amorosa es lo que llama sinergia. Esta variante se refiere a la situación en la que dos personas maduras se juntan para compartir su plenitud y no para llenar sus vacíos. "Se gustan pero también sintonizan, creen que están hechos el uno para el otro pero de una manera más adulta y autoconsciente que en la del enamoramiento", comenta.

El abanico de situaciones descritas por Bolinches incluye la idealización, una coyuntura que pasa durante la juventud "cuando te enamoras del hermano de tu amiga" o del amigo de tu hermano mayor. La versión adulta de la idealización es la admiración, que son aquellas historias que parten de una adoración alimentada por la posición de poder o la sabiduría del sujeto. El flirteo es la conjunción de dos situaciones, dos atracciones y dos necesidades. "Es un deseo de disfrutar del sexo y de agradar sin más pretensiones", explica el experto en sexualidad.

Finalmente, concluye, está la clásica aventura. Se trata de aquellas historias de infidelidad que se quedan en un simple recuerdo o que acaban por hacer tambalear tu relación. Para Bolinches, y desde una perspectiva psicológica, el enamoramiento es un "estado de locura transitoria que se da en una situación de alteración perceptiva cognitiva provocada por una activación hormonal". Pero, para pasar pantalla, aparte de generar endorfinas y que se mantenga el entendimiento sexual, la pareja debe tener "caracteres suficientemente compatibles", una "escala de valores similar" y un "proyecto de vida convergente", elementos que permiten superar los efectos de la habituación a la pareja. Este proceso significa, según el sexólogo, que "los defectos de la pareja cada vez pesan más y las virtudes pierden valor" o, dicho con otras palabras, "lo que era bueno ya no lo es tanto, y lo que era malo es peor".

"El amor no es ciego, lo es el enamoramiento", asegura Elena Crespi, sexóloga y psicóloga. Esta experta considera que el enamoramiento es cuando, a la atracción física, se añade la creencia de que esa persona te gusta de una manera más profunda y llegas a fantasear una vida en común con el sujeto. Con todo, de acuerdo con Bueno, existe un enamoramiento previo, esporádico y muy breve. Se trata de los contactos fugaces en que una persona te sorprende, te atrae y te interesa. En este tipo de encuentros, el cerebro evalúa a través del olor que desprende esa persona, y sin que nosotros seamos conscientes, si su sistema inmunitario es ligeramente diferente al nuestro. "Las diferencias en el sistema inmunitario aumentan la probabilidad de que algunos de los descendientes tengan uno suficientemente fuerte para sobrevivir", explica Bueno.

El especialista en genética asegura que seguimos funcionando como el resto de los animales, aunque la medicina nos asegure mayores índices de supervivencia. Esto significa, concreta Bueno, que nos enamoramos a través del olor, pero no sólo. La proporcionalidad de las facciones de la cara nos aporta información sobre la naturaleza genética de la persona. "Una cara proporcionada pero no excesivamente simétrica asocia además fortaleza genética", detalla. Hay que tener en cuenta, añade Bueno, que el objetivo último siempre es reproducirse y tener hijos sanos y fuertes, el resto "son construcciones sociales que nos hacemos nosotros". Las relaciones íntimas están en el epicentro de todos los procesos químicos que se desencadenan.

"Durante los primeros meses de la relación, las parejas viven auténticas maratones sexuales", explica Crespi. La gente no tiene sueño, no tiene hambre... sólo tiene ganas de sexo, detalla. La excitación está a flor de piel y esa persona pasa a ser el centro del Universo. "Estás abstraído, despistado y tu productividad cae en picado", sostiene la sexóloga. En este sentido, Crespi dice entre sonrisas que, desde el punto de vista de la salud de los afectados, una baja por enamoramiento sería una muy buena idea.

"Cuando estás enamorado, al cerebro le pasa lo mismo que cuando consumes drogas", relata Bueno. Añade que el fenómeno coincide con la desactivación de los circuitos de la crítica, que están situados en la corteza prefrontal del cerebro. "Sólo le ves gracias y ningún defecto", añade.

El enamoramiento no tiene edad, coinciden en decir todos los entrevistados, pero se vive más intensamente durante la adolescencia. "Esto ocurre porque a estas edades el circuito de control emocional no está suficientemente maduro", dice el biólogo genetista. Los adolescentes no controlan las emociones y las vivencias se experimentan de una manera más profunda. Aún, añade Bueno, no han tenido experiencias de fracaso que los hayan dejado escaldados. "De joven eliges con el corazón, cuando maduras empiezas a hacerlo también con la cabeza", cierra Bolinches.

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