Al lado de las personas refugiadas: una voluntad compartida

Cataluña ha sido y es un país que destaca en el mundo por su aportación en los ámbitos de la solidaridad y de la cooperación internacional

Raül Romeva Y Dolors Bassa
3 min
Els consellers Romeva i Bassa

En el mundo de hoy los fenómenos migratorios experimentan un crecimiento continuado y estructural. Las causas que los motivan son múltiples, si bien la mayor parte derivan de las desigualdades existentes y, demasiado a menudo, de las violencias que amenazan la vida de miles de personas. Aunque las migraciones se dan en todo el mundo, probablemente el lugar donde se ha hecho más visible la parte más cruda de esta realidad es en el este del Mediterráneo.

El Mediterráneo, que es junto con Europa el espacio natural de proyección para nuestro país, es ahora el escenario del drama humanitario más grave desde la última guerra mundial. Y, a pesar de esta constatación que las cifras acreditan, no podemos dejar de pensar en las semejanzas entre las imágenes que nos llegan ahora desde la otra orilla de nuestro mar y las que nos llegaban hace 25 años desde Bosnia o, hace 77, desde la playa de Argelers. Como entonces, hoy también nos reconocemos a nosotros mismos en los rostros de los refugiados sirios o de otros países, que deben dejar atrás su casa y tienen que hacer frente a un futuro incierto. Un futuro improbable sin la colaboración internacional.

Cataluña ha sido y es un país que destaca en el mundo por su aportación en los ámbitos de la solidaridad y de la cooperación internacional. Nuestra historia como país de refugio y especialmente como país de exilio facilita que podamos comprender la situación de las personas refugiadas y que nos sintamos interpelados a ponernos a su lado y ayudarles.

En este sentido, desde el Gobierno, hemos querido trabajar desde el primer momento para hacer efectiva esta voluntad de acogida que Cataluña ha expresado reiteradamente. Cabe decir que la actitud de los gobiernos de los estados miembros de la Unión Europea no ha sido coherente con los principios fundacionales de la UE y que no se ha dado una respuesta aceptable a los refugiados ni desde el punto de vista legal (porque los tratados internacionales nos obligan a actuar) ni mucho menos en cuanto a los derechos humanos, que deben ser la absoluta prioridad. Además, España tampoco se ha interesado por impulsar una política de refugio adecuada y, de hecho, se ha convertido en un factor de freno a la disponibilidad de Cataluña para colaborar en la acogida de refugiados.

En cualquier caso, estos obstáculos no han impedido que el Gobierno haya tomado medidas, siempre trabajando en red con la sociedad civil y con las entidades que se han movilizado para intervenir. En el ámbito internacional, por ejemplo, hemos insistido ante todos los foros institucionales en la disponibilidad catalana para la acogida. Asimismo, hemos querido reforzar la presencia de la cooperación catalana en los países fronterizos, que han recibido cerca de cinco millones de refugiados de la guerra de Siria, de los que, por ejemplo, más de un millón se encuentran en el Líbano. Allí precisamente hemos suscrito acuerdos con el Programa para el Desarrollo de la ONU y con 15 entidades catalanas que trabajan para mejorar su trabajo sobre el terreno. Esto, aparte de continuar colaborando con las iniciativas para el salvamento marítimo o para la atención en los campos de refugiados, que se canalizan a través del tercer sector.

Asimismo, también desde el Gobierno se han diseñado e implantado los mecanismos para hacer efectiva la acogida de refugiados entre nosotros y, sobre todo, para darles el apoyo y el acompañamiento necesarios. En esta línea destaca el Programa Catalán de Refugio, que, siguiendo el modelo de países de referencia como Canadá, prevé la creación de vínculos comunitarios de la persona refugiada mediante la figura de un grupo de mentores, ciudadanos que voluntariamente se ofrecen a acompañar y facilitar su inserción en nuestro país. Este programa prevé, además, medidas para el aprendizaje de la lengua y para el acceso al mercado laboral, tal como se hace en los modelos de acogida con más éxito en todo el mundo.

En definitiva, Cataluña como país se siente plenamente concernida por la situación de las personas que buscan refugio y está desplegando recursos para atenderlas. Se trata de una voluntad compartida por una sociedad civil activa y comprometida y por un Gobierno decidido a implicarse en causas justas como esta. Estamos convencidos de que, como la historia nos demuestra, si ciudadanía e instituciones tenemos objetivos comunes como en este caso, demostraremos que somos una sociedad respetuosa con los derechos humanos, defensora de la dignidad de las personas y promotora de paz, seguridad y bienestar a partir de los valores republicanos de libertad, igualdad y solidaridad. Unos valores que hoy, en Europa y en el mundo entero, corresponde defender con más intensidad que nunca.

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